09/01/21: Despedida
Hace casi 3 años desde que entraste en nuestras vidas. Y hoy nos has dejado.
Cuando llegaste, pasaste buen rato mirando a la puerta preguntando que cuándo te devolvía a casa, que eso es lo que era la perrera para ti. Llegaste ahí de cachorro y pasaste 14 años de tu vida ahí encerrada. Era tu hogar, con tus amigos y seguramente algún novio como el pesado de Tyron. Pero pasado algún tiempo dejaste de mirar la puerta. Ésta ya era tu casa.
Dejaste tu 'marca' en todos lados: en el pasillo, en el salón, en mi habitación, en el sofá y en el coche, pero casi nunca en la calle, ¡cachonda! Nunca sonreíste, solo jadeabas en verano. Fuiste gruñona con tu compañera imponiéndote cuando venían visitas, tanto que Tamal la “Fiera” te tenía miedo a veces. Echabas la boca a mi y a alguna pobre pizza pero no por mala y nunca apretaste ¡diga lo que diga tu tía! Si te soltaba, te dabas la vuelta y te ibas; cuando posaba la correa en tu espalda mientras tiraba la basura, apresurabas el paso ¿para huir? Pero ¡siempre te pillaba! Te enseñamos todo lo que pudimos: el mar, la montaña, cascadas, ríos, la primavera, la nieve, la puesta del sol. Y miraste todo con indiferencia.
No fuiste una de esas perras 'agradecidas' de ser adoptada y no te culpo. ¿Qué tenías que agradecer? ¿Vivir en una perrera toda tu vida sin conocer la hierba? Pero en el fondo creo que estabas feliz con nosotras y hasta te volviste algo cariñosa aceptando con gusto caricias en la mejilla. También hubo momentos de alegría como cada vez que llevaba el plato de comida al patio y pegabas saltitos y echabas mordiscos, algunas veces consiguiendo, para mi disgusto, ¡tirar el plato al suelo! Si de algo disfrutaste, fue de la comida. Después de 14 años comiendo pienso, vomitándolo y volviendo a comértelo como buena perra, por fin saboreaste pollo, conejo, pavo, cerdo, vacuno, pescado, codorniz y hasta te hinchaste de perdiz un cumpleaños, tanto que al día siguiente no querías comer, ¡tú! Incluso robabas a Tamal cuando se te presentaba la oportunidad.
Sin embargo te llegó lo que a tantos: un tumor. En octubre te hicimos eco y radiografía de rutina, para comprobar que no te pasaba nada y te detectaron esa masa. Tenías los días contados, pero seguiste viviendo cada día como siempre hasta que ya no podías y elegiste un temporal de nieve para ponerte peor. Así que te fuiste en casa, conmigo y con Tamal, en silencio y sin quejarte, como toda tu vida. Fuerte.
Rabia me da que estuve contigo desde las 5 de la mañana pero cuando me ausenté un poco decidiste irte. Fui al baño y luego te miré. Seguías respirando. Fui a cambiarme y volví. Seguías respirando. El mismo ritmo desde las 5 de la mañana, cada 2 segundos inhalabas. Fui a abrir a Tamal y, confiada, me entretuve limpiando nieve de algún árbol. Ni 10 minutos. Cuando volví, ya te estabas marchando, o te habías marchado. Nunca lo sabré y eso me perseguirá toda la vida. No tenias que morirte sola.
Conseguiste vivir un añito más que Morenito pero fuiste incapaz de superar los 500 años de Petunia. Ahora estás con ellos. Petu te sacará los dientes si la molestas y Morenito pasará de ti, solo mirándote de reojo pero pronto los dos te acogerán y los tres vigilaréis a Tamal, nuestro nexo, nuestra compañera.
Come y engorda que ya no tendrás artritis y total, no te gustaba correr. Te queremos Atole (Gea).
Cuando llegaste, pasaste buen rato mirando a la puerta preguntando que cuándo te devolvía a casa, que eso es lo que era la perrera para ti. Llegaste ahí de cachorro y pasaste 14 años de tu vida ahí encerrada. Era tu hogar, con tus amigos y seguramente algún novio como el pesado de Tyron. Pero pasado algún tiempo dejaste de mirar la puerta. Ésta ya era tu casa.
Dejaste tu 'marca' en todos lados: en el pasillo, en el salón, en mi habitación, en el sofá y en el coche, pero casi nunca en la calle, ¡cachonda! Nunca sonreíste, solo jadeabas en verano. Fuiste gruñona con tu compañera imponiéndote cuando venían visitas, tanto que Tamal la “Fiera” te tenía miedo a veces. Echabas la boca a mi y a alguna pobre pizza pero no por mala y nunca apretaste ¡diga lo que diga tu tía! Si te soltaba, te dabas la vuelta y te ibas; cuando posaba la correa en tu espalda mientras tiraba la basura, apresurabas el paso ¿para huir? Pero ¡siempre te pillaba! Te enseñamos todo lo que pudimos: el mar, la montaña, cascadas, ríos, la primavera, la nieve, la puesta del sol. Y miraste todo con indiferencia.
No fuiste una de esas perras 'agradecidas' de ser adoptada y no te culpo. ¿Qué tenías que agradecer? ¿Vivir en una perrera toda tu vida sin conocer la hierba? Pero en el fondo creo que estabas feliz con nosotras y hasta te volviste algo cariñosa aceptando con gusto caricias en la mejilla. También hubo momentos de alegría como cada vez que llevaba el plato de comida al patio y pegabas saltitos y echabas mordiscos, algunas veces consiguiendo, para mi disgusto, ¡tirar el plato al suelo! Si de algo disfrutaste, fue de la comida. Después de 14 años comiendo pienso, vomitándolo y volviendo a comértelo como buena perra, por fin saboreaste pollo, conejo, pavo, cerdo, vacuno, pescado, codorniz y hasta te hinchaste de perdiz un cumpleaños, tanto que al día siguiente no querías comer, ¡tú! Incluso robabas a Tamal cuando se te presentaba la oportunidad.
Sin embargo te llegó lo que a tantos: un tumor. En octubre te hicimos eco y radiografía de rutina, para comprobar que no te pasaba nada y te detectaron esa masa. Tenías los días contados, pero seguiste viviendo cada día como siempre hasta que ya no podías y elegiste un temporal de nieve para ponerte peor. Así que te fuiste en casa, conmigo y con Tamal, en silencio y sin quejarte, como toda tu vida. Fuerte.
Rabia me da que estuve contigo desde las 5 de la mañana pero cuando me ausenté un poco decidiste irte. Fui al baño y luego te miré. Seguías respirando. Fui a cambiarme y volví. Seguías respirando. El mismo ritmo desde las 5 de la mañana, cada 2 segundos inhalabas. Fui a abrir a Tamal y, confiada, me entretuve limpiando nieve de algún árbol. Ni 10 minutos. Cuando volví, ya te estabas marchando, o te habías marchado. Nunca lo sabré y eso me perseguirá toda la vida. No tenias que morirte sola.
Conseguiste vivir un añito más que Morenito pero fuiste incapaz de superar los 500 años de Petunia. Ahora estás con ellos. Petu te sacará los dientes si la molestas y Morenito pasará de ti, solo mirándote de reojo pero pronto los dos te acogerán y los tres vigilaréis a Tamal, nuestro nexo, nuestra compañera.
Come y engorda que ya no tendrás artritis y total, no te gustaba correr. Te queremos Atole (Gea).